Juan toma el teléfono y comienza
a marcar. Le han avisado han avisado de un pago imprevisto, tiene que hacer
frente al día de hoy. De momento le surge un momento de bloqueo, pero, una vez
recibido tiene que solucionarlo.
Como hoy no puede hacer frente
con sus ahorros, tiene que solicitar ayuda entre sus amigos. La respuesta de
cada uno de ellos no le llega para solucionar el asunto. Entonces recurre al último
recurso, su familia.
Aquí escucha recriminaciones pero
le ofrecen el dinero para afrontarlo. Juan se siente mal, por haber tomado está
decisión pero es el volante para solucionar el imprevisto, pero solo ha tenido
que dar más explicaciones. Por ello, le hace sentir mal. Pero solucionado toca
dar las gracias a todos, hayan o no aportado sus ahorros. En tres meses podrá
devolver el importe solicitado.
Sabe que no tiene que juzgar a
quien no se lo ha podido aportar, y comprende la obligación familiar, pero al
final, han sido quien ha aportado, la ayuda requerida.
También la seguridad que le han
aportado a pesar de no tener un contacto demasiado cercano.
Recibe la llamada de un amigo
para decirle que se había enterado que necesitaba dinero y él se lo ofrece. Juan
le da las gracias y se siente agradecido por tener la gente conocida y la
familia, que sin estar encima de él, puede contar con su ayuda económica o
moral. Que todo el mundo quiere tener. Como el bastón que se encuentra detrás
de la puerta de tu habitación, nunca le usas pero sabes que le tienes y un día
con un mal paso recurres a él. La seguridad que te da el saber que allí se
encuentra, aunque sea un trasto que no usas. Pero solo saber que está te da tranquilidad.
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