Irene es una mujer que ha
alcanzado la jubilación. Pero no quiere interrumpir su labor cultural por ello
va a un centro cultural y se ofrece para impartir un club de lectura.
El objetivo es que un grupo lea
el mismo libro y luego, a los quince días compartir la interpretación de cada
uno. Para así sacar más jugo a la lectura y que no se quede, el libro, en la
estantería sin decir nada.
El objetivo es crear anotaciones
y sacar frases que produzcan algo en el lector.
Irene lo expuso con tal entusiasmo
que le cedieron dos horas semanales, siempre de tarde.
Empezó con cuatro personas pero
su dinamismo aumento hasta quintuplicar la cifra en solo un mes. El curso es
gratuito, pero Irene se siente recompensada en su pasión. Tratando de ayudar a
destripar un libro con todo lo que nos quiere decir y, a veces, se queda en lo
superficial.
No solo se trabaja con novelas, sino que también ensayos, ayudan
a meditar sobre un tema, o varios, como se van describiendo.
La tarde de los miércoles se
convierte en una cita sagrada, todos los
apuntados tratan de que nada interrumpa sus otras actividades. Mediante
Internet se crea un grupo de discusión y contacto, con lo cual el abanico
aumenta, siempre moderado por Irene.
De quince días se pasa a tener
que dedicar dos horas diarias para mantener la clase abierta y contestar
algunas preguntas.
La referencia traspasa las
fronteras y desde destinos, que ni se sabe como, están en su club de lectura.
Irene ya está preparando el
segundo proyecto, un club de escritura, donde marcar los objetivos y las normas
requeridas. Pero teme que ya sean cuatro horas y por ello solicita la cooperación
de otra u otras personas, que ayuden en su proyecto.
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