Cuando decimos la palabra lejos,
un montón de situaciones se agolpan en nuestra cabeza para distinguir la
distancia entre una y otra persona. A una persona imposibilitada, diez metros
ya le parece que esta en ese termino, para otro puede ser un par de kilómetros,
sin embargo hay personas que lo viven como se fuera cientos de kilómetros. Está
claro que todo es relativo y en un colectivo similar existen disparidad de
criterios. Como no va ocurrir entre tantas y tan diferentes personas que nos
asentamos en el globo terráqueo, con la cantidad de climas, geografías y formas
de vida tan distintas. Y que encima luchamos para sentirnos con una identidad
diferente, por supuesto mejor que la del vecino de al lado. En la diferenciación
es lo que nos da identidad, pero se necesita al colectivo para sentirse más
fuerte y por tanto vencedores. Parece que en tantas sociedades diferentes se
augura la cultura del triunfo, para tener un sentimiento de seguridad y fuerza,
necesario para el desenvolvimiento en el mundo.
Empezamos con una palabra y
encontramos las diferentes opiniones de los habitantes. Queremos someter al
planeta, a los animales, a los paisajes para desvincularnos de lo que hemos
heredado con derecho a disfrute no de destrucción, como ocurre normalmente. Desde
llenar las zonas de los cultivos con sal, en las tierras de los vencidos, hasta
ganar terreno al mar para sentir una tierra que no existía.
Cada vez nos sentimos más lejos
de las otras personas, y constuimos barreras para sentirnos seguros. Pero ese
sentimiento de lejanía, conlleva un nuevo sentimiento, el de soledad. Una
sensación de soledad, donde solo percibes que cada uno va a lo suyo, sin
importarles como se quedan los demás, los otros, como llevan su vida, como
piensan.
Con la palabra al final “lejos”.
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