martes, 11 de octubre de 2016

CON LA PALABRA LEJOS




Cuando decimos la palabra lejos, un montón de situaciones se agolpan en nuestra cabeza para distinguir la distancia entre una y otra persona. A una persona imposibilitada, diez metros ya le parece que esta en ese termino, para otro puede ser un par de kilómetros, sin embargo hay personas que lo viven como se fuera cientos de kilómetros. Está claro que todo es relativo y en un colectivo similar existen disparidad de criterios. Como no va ocurrir entre tantas y tan diferentes personas que nos asentamos en el globo terráqueo, con la cantidad de climas, geografías y formas de vida tan distintas. Y que encima luchamos para sentirnos con una identidad diferente, por supuesto mejor que la del vecino de al lado. En la diferenciación es lo que nos da identidad, pero se necesita al colectivo para sentirse más fuerte y por tanto vencedores. Parece que en tantas sociedades diferentes se augura la cultura del triunfo, para tener un sentimiento de seguridad y fuerza, necesario para el desenvolvimiento en el mundo.
Empezamos con una palabra y encontramos las diferentes opiniones de los habitantes. Queremos someter al planeta, a los animales, a los paisajes para desvincularnos de lo que hemos heredado con derecho a disfrute no de destrucción, como ocurre normalmente. Desde llenar las zonas de los cultivos con sal, en las tierras de los vencidos, hasta ganar terreno al mar para sentir una tierra que no existía.
Cada vez nos sentimos más lejos de las otras personas, y constuimos barreras para sentirnos seguros. Pero ese sentimiento de lejanía, conlleva un nuevo sentimiento, el de soledad. Una sensación de soledad, donde solo percibes que cada uno va a lo suyo, sin importarles como se quedan los demás, los otros, como llevan su vida, como piensan.

Con la palabra al final “lejos”.

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