Cuando ves por las mañanas, las
furgonetas que van recogiendo ancianos, para llevarlos a los denominados,
centros de día. Te acuerdas de la etapa en que llevabas a tus hijos al colegio.
Notas los movimientos cortos producidos por problemas articulares, pero como se
manifiestan en los muchachos cuando van y no quieren ir a la zona de
aprendizaje social.
Algunos no saben donde van,
porque se les olvida, otros saben que les sacan de su rutinaria casa, para
otros es una oportunidad de contactar con otras personas, diferentes a las de
sus familiares, si se acuerdan de ellos.
Los ojos suelen aparecer ausentes
y solo los movimientos producidos por el trafico, en el trayecto hasta el
centro de acogida, es lo único que les saca de su ensimismamiento mental.
La puerta del centro, se abre una
y otra vez para recibir a estos residentes que la abandonaran a las cinco de la
tarde, donde comienza la tarea de limpieza y preparación del día nuevo.
La curiosidad siempre esta en la
sorpresa de todos esos que olvidan lo que paso ayer, pero si recuerdan, con
pelos y señales, lo que ocurrió hace cincuenta años. Las sillas de ruedas, también
tienen su acceso, hacía lo que denominan gimnasio donde se induce a mover
articulaciones, en la medida de cada uno, sino bastara el movimiento de brazos,
para ser conscientes del control, que aún poseen sobre su cuerpo.
Pero las miradas vacías, fijas en
el horizonte demuestran las pocas ganas que tienen de seguir viviendo y ese
estado de languidez y tedio, marca el carácter y por tanto de la relación con su
vida.
Las furgonetas devolverán a la mayoría
al mismo sentimiento, aunque hay algunos que se sentirán agradecidos por
sacarles de su entorno y seguir pensando que están vivos y sentirlo.
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