jueves, 3 de enero de 2019

SORTEANDO ENSERES






Sintió la caricia de sus dedos sobre su espalda como si de un cuchillo se trataba. Busco con su mirada una reprobación. Su marido, no pudo sostener los ojos. Bajo la mano y dejó la habitación. Cuando se ponía nervioso sus actos eran muy rápidos, Manuel actuó, una vez más de la misma manera.
Isabel vistió una camiseta y también dejó la sala.
La palabra adiós quedo en sus labios para salir por la puerta principal. El trabajo esperaba la llegada de Isabel. La puerta tuvo un estruendo mayor de lo normal.
Prolongo lo que pudo su estancia en la oficina, hasta que el último compañero abandono su ubicación.
La noche había caído y vuelta a su casa. Manuel apuraría su cerveza mientras veía cualquier programa de la televisión. Isabel paso fugaz por el salón.
-Por lo menos se dice: “Hola”. Dijo Manuel.
-Se dice cuando se siente. No es mi caso. Respondió Isabel.
El vaso subió a los labios para apurar la cerveza.
-Estoy harto de ti. Grito Manuel.
Es mutuo, elevo también su tono.
Manuel levanto su torpe cuerpo y lanzo el vaso. Sus reflejos y su grasa impidieron ser preciso. El ruido de cristales rotos. Isabel cogió su bolso y salió a la calle, necesitaba serenarse y su cónyuge actuara de igual manera. Al menos así pensaba, pero luego debía volver a casa y esperar cualquier cosa. En esta ciudad se encontraba sola, no tenían amigos ni familia a la que acudir.
Paseo y paseo por la ciudad desierta hasta que cansada, volvió a enfrentarse a la carne con ojos, que representaba su marido. Al abrir la puerta el panorama era desolador, estanterías volcadas, armarios vaciados y el silencio del hogar.
Destellos azules, precedieron a la llamada de la puerta. Isabel abrió azarada, mientras sorteaba enseres caídos.

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