Sintió
la caricia de sus dedos sobre su espalda como si de un cuchillo se
trataba. Busco con su mirada una reprobación. Su marido, no pudo
sostener los ojos. Bajo la mano y dejó la habitación. Cuando se
ponía nervioso sus actos eran muy rápidos, Manuel actuó, una vez
más de la misma manera.
Isabel
vistió una camiseta y también dejó la sala.
La
palabra adiós quedo en sus labios para salir por la puerta
principal. El trabajo esperaba la llegada de Isabel. La puerta tuvo
un estruendo mayor de lo normal.
Prolongo
lo que pudo su estancia en la oficina, hasta que el último compañero
abandono su ubicación.
La
noche había caído y vuelta a su casa. Manuel apuraría su cerveza
mientras veía cualquier programa de la televisión. Isabel paso
fugaz por el salón.
-Por
lo menos se dice: “Hola”. Dijo Manuel.
-Se
dice cuando se siente. No es mi caso. Respondió Isabel.
El
vaso subió a los labios para apurar la cerveza.
-Estoy
harto de ti. Grito Manuel.
Es
mutuo, elevo también su tono.
Manuel
levanto su torpe cuerpo y lanzo el vaso. Sus reflejos y su grasa
impidieron ser preciso. El ruido de cristales rotos. Isabel cogió su
bolso y salió a la calle, necesitaba serenarse y su cónyuge
actuara de igual manera. Al menos así pensaba, pero luego debía
volver a casa y esperar cualquier cosa. En esta ciudad se encontraba
sola, no tenían amigos ni familia a la que acudir.
Paseo
y paseo por la ciudad desierta hasta que cansada, volvió a
enfrentarse a la carne con ojos, que representaba su marido. Al abrir
la puerta el panorama era desolador, estanterías volcadas, armarios
vaciados y el silencio del hogar.
Destellos
azules, precedieron a la llamada de la puerta. Isabel abrió azarada,
mientras sorteaba enseres caídos.
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