Cuando
se levanto su objetivo era vencer un nuevo día, con la esperanza que
el paso de tiempo cicatrizara sus heridas, los movimientos estaban
limitados pero era capaz de ir al servicio solo. Su hermana le
preparaba la comida y le ayudaba en su aseo diario.
Desde
el accidente una cama había sido su lugar común. Las heridas eran
curadas por una enfermera que venia a domicilio.
Tenía
tiempo para pensar, pero era curioso como una somnolencia le visitaba
de cuando en cuando y era un motivo de desconexión a esa cabeza
viajera.
Veinte
días pasaron más deprisa de lo previsto. Juan tenía que ir al
especialista en el hospital. Unas muletas, prestadas, fueron su ayuda
en los pasos cortos y dubitativos hasta el taxi. Los pequeños baches
eran motivo de contracción de los músculos de la cara. El descenso
fue más de lo mismo pero una silla de ruedas fue el alivio a sus
movimientos.
Los
números en una pantalla indicaban el orden y daba idea lo que le
faltaba para entrar.
Una
cara sonriente le dio la bienvenida y calmo las incertidumbres de
Juan. Este doctor le había atendido el día del accidente y
recordaba en el estado que llego. Las palabras de la evolución
obtenida le daba esperanzas para vencer la situación. La exploración
fue rápida conforme al tiempo establecido por paciente.
Durante
este periodo Juan comprendió a tomar las cosas de otra manera, había
sido un dependiente para casi todo. Se lleno de agradecimiento a
quien había facilitado su tiempo, desde su hermana hasta este
taxista que le había llevado hasta allí. Pensó como el tiempo
jugaba en perjuicio de unas situaciones como la oxidación de los
metales y otras cicatrizaba heridas aun siendo profundas. Respiro el
aire del exterior de otra manera diferente al pasado.
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