Junto
al olvidado canal un camino de arena marca las diferencias con la
vegetación, lugar de paseos de caminantes pero no de vecinos. Con el
recuerdo de lo que fue, se olvidaron de él, ya no produce nada más
que las visitas de turistas, despistados. La agricultura obtiene su
preciado liquido del rio paralelo.
Construcciones
olvidadas y hasta una vía de tren cercana parecen indicar caminos
que apenas se siguen. Una mujer mayor de absoluto negro porta en su
mano derecha un ramo de flores silvestres, con destino a la
tumba de su marido en el cercano cementerio, cada lunes repite el
mismo camino, cuando no hay flores recoge hierbas aromáticas que
pone en su jarrón azul, el color preferido del difunto. No quiere
dejar la tradición ni siquiera ir a la ciudad donde viven sus hijos.
Las vivencias vividas no pueden ser eclipsadas por otra vida.
Juana
a elegido. Una chica ayuda en las tareas de casa tres veces en
semana, varia sus opciones monocordes de comida, pero alguna
discusión cae sobre Jimena sobre la elaboración de las mismas.
Junto
al aparador hay una fotografía de su Julián, pero no esta junto a ella,
sino como el ser que domina la vida. Como el canal encorsetado en un
caz olvidado.
Junto
a la calefacción y encima de la televisión estando sobre todas las
cosas.
Tras
el paseo se sienta en su butaca, agotada y con la sensación de
dejarse ir, suspira y su mirada se eleva a su Julián, como ella le
llama. Le esta pidiendo permiso para reunirse con él, ella sabe que
está allí con ella. No tiene ganas de levantarse para calentar la
comida preparada. Cruza sus manos sobre el vientre, retirado las
lentes de pasta. Los sucios cristales no reflejan los rayos de luz
tardíos.
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