Juan
esta en la tercera edad, edad tan ambigua como sentenciadora, los
olvidos se van acumulando en su solitaria vida. Pero no les da
demasiada importancia, al fin y al cabo son olvidos. Sus familiares
se han dado cuenta de ello pero la justificación es haber sido una
persona despistada, con ello tienen la justificación de no ocuparse
de él.
La
persona que fue todo amabilidad y de fácil sonrisa va emprendiendo
el camino de una nueva etapa en su vida. María su mujer le abandono
en uno de sus despistes, tras una enfermedad resuelta en un hospital.
Su mente se cerro un poco más, comprendió en la fase que estaba y
siguió en su casa de siempre, la pequeña pensión le valía par
seguir su vida rutinaria, dejando de aprender nuevas cosas y
dejandose llevar por una rutina, encasilladora.
Pero
ayer surgió un imprevisto que le asusto mucho al llegar a casa con
la bolsa de la compra empezó a buscar las llaves. Todos los
bolsillos fueron registrados a conciencia incluso utilizo el capo de
un coche para alojar lo que en ellos se encontraban, pero las llaves
no estaban, no tiene vecinos a los que solicitar ayuda y el teléfono
lo dejó en la mesilla de noche. Un sudor frio apareció por no saber
como actuar. Estaba en la calle, registro la bolsa de la compra pero
allí no estaban.
Una
tardía hoja de un árbol la trajo una ráfaga de aire se deposito
junto a su hombro, al ir a retirarla descubrió un bolsillo que al
llevar su mano descubrió un bulto, abrió la cremallera donde se
alojaban las llaves. Aquí es donde las deje para que no se me
olvidaran. Y luego dicen “que se me olvidan las cosas”, sabrán
ellos de mis recursos, mientras levantaba.
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