Escribir
sobre la prisa, es escribir sobre nuestro tiempo, donde queremos que
las cosas, que deseamos, perduren y sin embargo, vamos con impaciencía
a todos los sitios, en las grandes ciudades, donde existe una
capacidad de contagio, sin obedecer a causa racional.
En
un mundo donde las personas mayores van corriendo a cualquier sitio,
incluso cruzando calles por sitios no habilitados para ellos, solo
con la ayuda de su bastón.
Los
niños también se aburren por ello hacen las cosas con premura en un
empeño contradictorio. En los juegos se tratan de terminar lo antes
posible, incluso se buscan atajos para resolverlos. Luego viene otro
problema una vez resuelto deja de tener emoción por ello se acumulan
en el rincón de lo prescindible.
Con
la comida ocurre de igual forma, no se saborean los alimentos. Los
paseos se convierten en competiciones. Nadie se atreve a parar y por
ello fuera del sistema, la marginalidad esta mal vista.
El
coleccionista que dedica su tiempo libre, a armar las piezas que
contiene una caja, se afana en terminar lo antes posible. Las
carreras nos persiguen y por supuesto nos atrapan, como consecuencia,
seguir deprisa a pesar de la artrosis.
Las
comunicaciones son muy rápidas, disponemos de documentos, fotos y
hasta vídeos de cualquier cosa al instante.
La
pregunta que surge a continuación es: ¿se nos olvido vivir? ¿hemos
relegado a seguir los ciclos de la naturaleza, de los animales y
plantas? Por un ritmo innatural. O ¿como la vida es corta, hay que
vivir lo más rápido posible? Quizás el problema este en esa manera
de ver las cosas.
Se
me olvido deciros que se me esta haciendo tarde, voy a coger las
zapatillas de deporte y e ir a correr, a lo mejor me encuentro en el
camino, a la vida.
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