Juana,
con su hijo Felipe, tomaron el autobús para ir al psicólogo, el hijo
preguntaba porque tenían que ir, el no quería. Juana apuntaba que
era bueno para él asistir a la consulta. Felipe ponía mil trabas,
para no acudir, hasta que le dijo: eres terco como una mula. Felipe
expreso que no era una mula. Juana le contesto que era una manera de
hablar, no siempre las cosas eran en un sentido literal. Ya sé, fue su
respuesta pero en el fondo la ambigüedad del lenguaje le llevaba a
confusión pues no lograba encontrar el punto donde las cosas eran
reales e irreales. Esa dualidad es la que le había llegado a la
consulta del especialista.
Felipe
se sentía que no entendía las cosas nuevas por ello dejo de poner
interés en el aprendizaje de la escuela. Juana era una emigrante que
llego desde Perú. Sus dos hijos habían nacido en el país de
acogida, pero nunca había perdido sus costumbres como forma de
identidad y defensa personal. Sus hijos habían sido criados en la
relación de las dos culturas. Su padre trabajaba de albañil en
cualquier obra o reforma, lo que le mantenía apartado muchas horas
de su hogar. Juana trabajaba en el servicio domestico de varias casas. El peso de la educación de los hijos la llevaba ella, así como la
casa. Sus valores eran prioritarios sobre todas las cosas. Felipe a
sus siete años ha sido un chaval muy maduro pero estaba en la edad
critica de su edad su hermano contaba tres años menos, que le quito
el reinado de la casa. A partir de entonces se empezaron a encontrar
signos de su comportamiento y su dificultad a seguir el aprendizaje
normal de sus compañeros. Se pensó en los celos, busco, Juana, la
ayuda exterior.
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