lunes, 6 de agosto de 2018

EN UN PAÍS ÁRABE




Llego en un avión a un país árabe, nunca se le hubiera ocurrido ir a allí. Una amiga le convenció para ir, como destino exótico turístico. Venció su resistencia pero se llevo la lupa con la que analiza diferencias para la justificación de su manera de pensar. Margarita había estado dos veces con lo cual sabía que debían visitar y cual eludir. El aeropuerto estaba cerca de la ciudad, algunos ejecutivos llegaban y salían del edificio, como cualquier otro. Juan descubrio la sonrisa y el afán de entenderse de las personas que se encontraban, para hablarles en castellano o su mezcla de idiomas. El zoco les trasporto a las ofertas anunciadas y seductoras, pero lo dejarían para el último día.
La vestimenta no le dejaba de sorprender. Así como la mezcla de la escasa agua formando jardines refrescantes que invitaban a dejar las prisas occidentales. Una Margarita entusiasmada no dejaba de contar anécdotas anteriores para llenar el viaje de su amigo. La cena la hicieron dentro de las murallas a pesar de la desconfianza de Juan. Una luna en creciente se dejaba ver sobre las casas de dos alturas como máximo. El bullicio se había extinguido y la alerta subía las pulsaciones del viajero. Margarita trataba de bajar el ritmo cardíaco de un Juan que miraba hacía todos los lados, destacando la cena en el hotel como mejor opción. Ella tomo su mano para darle la seguridad perdida. Un pequeño restaurante con parejas europeas, dio la tranquilidad a un ambiente árabe y una música suave.
Margarita se convirtió en cicerone y le tradujo los manjares expuestos en la carta. Disfrutaron de la cena pero la salida despertó de nuevo sus alertas. La orientación y la mano amiga fueron determinantes para llegar al hotel, ubicado en las afueras. Habían superado resistencias.

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