miércoles, 30 de mayo de 2018

LA VENTA




La escalera de caracol asciende en torno a su eje, las pequeñas ventanas la dotan de la luz suficiente para evitar el tropezar. No existen descansillos, comunica tres pisos del viejo caserón. Una barandilla de piedra permite el apoyo en la duda de la subida o bajada.
Juan es el vigilante del inmueble, varias veces al día tiene que ir por ella. La otra alternativa son las escaleras de la puerta principal.
Sus muros guardan recuerdos de siglos pasados, las paredes apenas tienes elementos decorativos, fueron saqueados en las diferentes guerras civiles. Solo su estructura se ha salvado del saqueo de los diferentes dueños. Lo último es convertirlo en hotel, de ser un sitio de recogimiento para pasar a ser de esparcimiento.
Juan sabe que tantos años de custodias y de secretos pasaran a mejor vida, tendrá que buscar trabajo en otro lugar, pero como cada persona que se encuentra en un mismo sitio tantos años, lo considera un poco propio y se resiste a los cambios. La confirmación llega de mano del actual dueño. Informa que en seis meses cederá a un nuevo dueño sin explicar el beneficio obtenido por el contrato. Tanto su contrato como el de Daniel, de mantenimiento se cancelaran.
La incertidumbre se abre para Juan pasados los cincuenta y siete, su futuro se llena de incógnitas, lejos de la edad de jubilación. Recorre las habitaciones de todo el edificio, recrea situaciones vividas en cada espacio, desde sonrisas a lagrimas sueltas en otras. Veinticinco años han creado muchas situaciones. Sin objetos donde anclarse pero si espacios de momentos vividos en tanto tiempo. La idea de haber sido un autentico dueño del lugar de trabajo.
Las visitas inesperadas y la vivienda auxiliar que ha llenado su vida, desaparecerán en poco tiempo.
La escalera de caracol crea mareo.

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