Juan
es un estudioso de la arqueología. Su especialidad ha sido los
símbolos. Ese método de palabra escenificado en ellos.
Tanto
estudio sobre estos, le ha llevado a una obsesión, descubrirlos en
sitios donde para cualquiera pasan desapercibidos.
Por
otro lado le ha llevado al estudio sobre sociedades secretas donde se
valen para comunicar entre ellos.
Todas
las culturas los han utilizado, apareciendo, algunos en diferentes
civilizaciones tan lejanas que suena difícil, una comunicación
entre ellas. Desde el neolítico, donde no aparece la palabra impresa
la necesidad de perpetuar la simbología y lo que engloba en su
interior. Es su material de trabajo.
Ha
encontrado mucho esoterismo, sobre estos temas, lo cual ayuda a
diluir su propio significado.
Hoy
tiene una reunión con otros colegas y no pasa media hora cuando
descubre esa misma corriente. Ya ha estado en situaciones similares y
no se ha encontrado bien.
Una
mirada al móvil y la escusa perfecta para salir de allí. Intentan
emplazar para otro día y la nueva coartada para hacerles una llamada
telefónica, con el sentimiento de que nunca se producirá.
Juan
piensa sobre la necesidad de las personas, para reunirse en grupos
con unos objetivos comunes. Descubrir la manada que nos hace fuertes
ante tantos enemigos y conseguir la ansiada zona de confort, donde
relajarse y sentir comprendido.
Juan
sabe que los comportamientos humanos han variado muy poco en cuanto a
sentimientos y mucho en forma de vida. Al ir a llamar a un portero
automático ve el anagrama de la compañía instaladora y pronto lo
relaciona con su objeto de estudio uno más de ello. En su paseo
hasta su casa, va viendo más de ellos. He intenta relacionar la
percepción inconsciente de todas las personas que componen la
sociedad, y las redes trazadas entre ellas. Así sigué.
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