miércoles, 23 de mayo de 2018

LOS ACORDES DE UNA GUITARRA




Los acordes de una guitarra abrieron la sesión en un ordenador. El trabajo se acumulaba en la mesa de Juan. Siempre es mejor abrir con un poco de música, así piensa.
Ahora tocaba priorizar por lo más importante. Cuando no se tiene cual es lo más prioritario, la rutina llevaba a lo que esta arriba, del montón de papeles
Una llamada le hace olvidar lo que ha comenzado, gestos de preocupación, palabras entrecortadas, mirada fija sin ver nada.
La conversación parece telegráfica, con instrucciones concretas. Juan apaga la música, tratando de digerir lo que ha oído.
Cierra la sesión y dirige los pasos al despacho del encargado. Al salir tropieza con la mesa y hace que los expedientes caigan al suelo. Recogió sin ordenar y los volvió a dejar sobre la mesa, había tantos que le llevaría buen tiempo colocarlos de nuevo.
Sin saludar a su buenos días, como una metralleta recibe el rapapolvo del responsable, ni le invito a sentarse. Uno de tras de otro argumentos que motivaban el enfado. A los cinco minutos calló. Juan hablo si podría contestar a todas las acusaciones.
  • Soy todo oídos, contestó el subdirector.
Aun de pie justificaba las acciones que recordaba haber escuchado. Por fin le invito a sentarse para no parecer estar por debajo. Andrés perdía los nervios con mucha facilidad. Los argumentos de Juan no satisfacían las acusaciones, pero las dotaban de lógica.
Los oídos de Andrés estaban cerrados, tenía una decisión tomada y era el despido, por tanto, cualquier argumento sobraba.
A partir de hoy prescindían de sus servicios.
Los acordes de la guitarra seguían resonando en su cabeza pero a ritmo más lento. Su pregunta era ¿y ahora qué?
Recogió sus cosas y se despidió de sus compañeros. Pocas palabras y un “hablamos” cierran un ciclo largo.

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