jueves, 17 de mayo de 2018

EL VIEJO CASERÓN




El caserón había tenido muchas utilidades, la última fue un restaurante, pero el descuido produjo la perdida de clientes y los habituales lo abandonaron con la subida de precios.
Eran dos familias que se repartían el trabajo, pero los roces entre ellas llevaron al deterioro que supuso el cierre. La suciedad se llevaba a acumular y el tejado mostraba aberturas que hacía que el agua perpetrase al interior.
El cartel de venta, estaba en la puerta principal y a nadie le extraño. Juan paso por allí y se interesó por el lugar. Tomo el teléfono y contacto con una mujer con voz aguda. Sobre el precio y los metros cuadrados que tenía. El precio era elevado pero quería ver el interior. Acordaron una cita y se presento con su amigo Ángel. Con la idea que cuatro ojos ven más que dos, tomaron nota de medidas y posibilidades. Nada se podría aprovechar.
A la salida se felicitaron de que estuviera en ese estado para negociar a la baja el precio y las posibilidades.
El viejo caserón permitía escavar en el suelo y sacar una bodega y un almacén extra.
Dibujaron sobre plano la distribución y comenzaron los cálculos de rehabilitación del edificio, más el material necesario para su funcionamiento.
Ángel le aconsejo la posibilidad de hacer unas participaciones de particulares como si fuera un fondo de inversión. Se fijaron en unas cantidades no excesivas fijadas en mil euros.
Para sorpresa la llamada fue un éxito y reunieron el dinero para afrontar los gastos. Fue fácil llegar a un acuerdo porque las familias dueñas, querían dejar de verse. El negocio comenzaba como un referente a la hora de financiación y tuvieron mucha ayuda de gente anónima. Comenzaron más deprisa de lo previsto. Y la ilusión llego a muchas personas, convirtiendo en colectivo.

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