La
bodega es el sitio reservado para guardar vino, embutidos y mil
cosas. Una habitación acomodado en la parte de abajo del salón. La
angosta escalera no la hace que sea visitada con normalidad.
Solamente se va en fechas concretas para recoger algo de su interior.
Unas cuerdas llenan la parte de arriba, donde se ponen a secar
plantas aromáticas y medicinales. El acceso es a través de un
trampilla de madera que se levanta en horizontal, guardando la
delgada escalera sin barandilla. En un lateral un interruptor
proporciona la luz suficiente para iluminar sus ocho metros
cuadrados, las paredes sostienen unas estanterías de madera. No es
un lugar húmedo, lo que permite la aparición de hongos. En los
primeros años se utilizo con frecuencia pero la subida y bajada se
vuelven enemigas de su visita.
Lugar
de juegos de los pequeños se fue olvidando y casi ni se baja a por
los caldos guardados. La edad ha supuesto un cambio en el espacio
olvidado de la vida familiar.
Sobre
la entrada se coloca un arca de madera que hace la función de
ocultar la entrada. Para convertirse en la habitación ignorada.
Cuando la familia la pone en venta para ir a un piso pequeño en la
ciudad. Los hijos ya habían volado del nido. Se les olvida enseñar
la misma.
La
venta tardo unos meses en realizarse, como la vendieron amueblada, la
mudanza se realizó sin mirar lo que había abajo.
Los
nuevos dueños corrieron el arca y llevaron la sorpresa de encontrar
la trampilla de entrada. Parecía un túnel del tiempo. Las botellas
acostadas llenas de polvo y con la fauna de algunas arañas y los
ramos de hierbas muy resecas, sin olor ni casi color. Como quien
busca tesoros sin ver nada interesante, solo el tiempo pasado.
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