Cuando
amanecía se produce la decisión del cambio de la noche al día. En
teoría fue un periodo de descanso, al menos así pensaba Juan. Los
errores hay que asumirlos y dejaran de molestar. Pero depende del
grado del error puede tener consecuencias mayores. La imagen de la
cárcel aparece en la mente del muchacho.
Los
días han pasado y no ha sucedido nada anormal, con lo cual queda en
espera de que el tiempo solucione lo que no tiene explicación. Juan
sigue su vida rutinaria, pero no quiere enfrentarse ante un fantasma,
pues el resultado lo sabe de antemano.
Aquella
muerte accidental, puede pasar por ser una caída sin más. Pero sabe
como la empujo con toda la rabia que su cuerpo había acumulado. Un
cuerpo inerte como el de una marioneta quedo entre las rocas. Miradas
a un lado y a otro para ver si había testigos y una carrera hasta
situarle fuera de la escena.
El
paso del tiempo no tapa la muerte sucedida, al contrario se aviva en
cada momento, es una tortura.
La
decisión fue tomada al salir huyendo, ya solo tenía una salida
seguir haciéndolo.
La
noticia salió pronto en las noticias, pero pocas pistas. Se apuntaba
a la violencia de genero, como si con eso se solventara el caso. Y
fue el móvil de investigación de la policía.
Juan
sentía, como tarde o temprano le llamarían a declarar por haber
estado saliendo con ella, al interrogarle podría caer en
contradicciones y ser detenido.
Pensó
que sería lo mejor, así liberaría su cabeza. Y las noches dejarían
de ser en blanco como las pantallas de cine, donde repiten una y otra
vez la misma escena. Y hasta el sonido seco de la cabeza al chocar
con la roca, en aquel lugar apartado, tan visitado.
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