Las
caras muestran una imagen estática, si de una mascara fuera. Se
pretende esconder cualquier emoción, aunque a veces esto no ocurre,
pero lo imprescindible es dar una cara social, donde no se descubra
las contenidos internos. En el transporte público se disfraza
mirando el teléfono o leyendo en papel o dispositivo. Juan
reflexiono sobre ello y se dio cuenta que al salir de casa hacía lo
mismo que con las personas que se cruzaban, también la cara de
preocupación es una careta que dignifica al portador.
Solo
ante un acontecimiento, en la calle, se varía la posición
sistemática. Es cuando se abandona en cualquier lugar para
recuperarla una vez acabado el suceso.
La
sonrisa solo aparece si se va acompañado de otras personas o se va
hablando por teléfono, parece prohibida. Y sin embargo es la que más
puertas abre. A todo el mundo le apetece que tu interlocutor tenga
una sonrisa, piensa Juan. Solo demonizada cuando existe una
discusión, entonces se considera humillante. La sonrisa como factor
de cambio, así piensa Juan, como si hubiera encontrado una clave, en
la que, parece, nadie tiene en cuenta.
Se
sumergió en ese transporte y chequeo las caras de los viajeros. El
patrón seguía presente, pero no solo en un medio, más “hostil”,
por la proximidad de las personas, sino que al salir del mismo,
mirando las personas cruzadas en la calle la actitud es la observada,
esta norma solo era violada cuando ve a un niño de la mano de sus
padres, ésto solo ocurre cuando son de corta edad, para pasar a la
careta en cuanto pasan los siete años, entonces adaptan los patrones
sociales que no son específicos de un país en concreto, tampoco
distingue de sexos, comportados de igual manera, como si de clichés
sociales fueran, adaptados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.