A veces, la solidaridad, se
entiende como un lavado de conciencia. Se parece mucho a épocas medievales
donde se cometían pecados de toda índole y tras el pago a la iglesia de un
dinero se quedaba libre de culpa. Ese mismo sentimiento se ha seguido utilizando
a lo largo del tiempo y hoy seguimos con ese lavado de conciencia, sin
profundizar que nuestro apoyo no se consigue solo con dinero, sino con acciones
en cada día y momento.
Nuestro objetivo no tiene que ser
un grupo de personas en concreto y en un espacio geográfico. La conexión que
tenemos entre todos los seres humanos están importante que la ignoramos. Por
ello nos sentimos aislados, solo ¿salvados? Por las tecnologías. También
cuestionable.
Lo que la mayoría de personas
necesita no es precisamente dinero, pues este vehiculo es el que lleva a la destrucción
de esa conexión entre individuos.
No olvidemos que cuando una
persona aprende el colectivo lo hace en el mismo vector, al igual que hacer que
el dinero sea el gran posibilitador de nuestra vida, nos lleva a convertirlo en
un Dios que nos produce seguridad y estabilidad.
Este desaparecerá, esto es una
posibilidad a corto plazo y entonces nos encontraremos que todo lo que habíamos
construido entorno a él, perderá su valor. Es cuando moveremos nuestras alas y
no consigamos elevarnos de la tierra y surgirá el sentimiento de miedo, una creencia
que valió para un tiempo pero, ahora, dejara de tenerlo.
Lo que de verdad tenemos es como
actuamos con las otras personas en nuestro entorno sin cerrar los ojos para lo
que pase en otros países o continentes, pero con la premisa que es llegar lo
que tienes cerca para después exportar, sino estaremos dando pasos de gigantes,
y por supuesto, no lo somos por ahora.
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