Dos pasajeros, en un tren semivacío.
Comienzan una conversación. Uno frente a otro afronta las cuatro horas que
durara el trayecto.
Juan inicia la conversación
hablando del tiempo, muy útil para poder hablar. Dependiendo de si la respuesta
es monosílaba o se extiende a frases, tendrá lugar la misma o se abortara en el
momento.
Pero Alberto estaba dispuesto a
entablarla, por ello dio pistas para poder seguir la misma.
El destino es la siguiente cuestión,
sin darse cuenta están hablando de temas que ni podrían sospechar. Incluso ignoraron
la presencia del revisor que les solicito los billetes que le hicieron
participe de sus comentarios. Hasta que se sintió azorado por tener que
terminar su trabajo e ir a la cabina, para preguntar si tenía que bajar en la
siguiente estación y tomar otro convoy. Se despidió y siguieron comentando, lo
que les pasaba por la cabeza, tan animosos seguían que acordaron comer juntos
en un restaurante junto a la estación de destino, pues ambos tenían la tarde
para trabajar.
Ocultaban la soledad de los
desplazamientos y no fue necesaria la visión a sus teléfonos móviles para
ocupar la perdida del tiempo, como interpretaran el camino del desplazamiento.
Aprovecharon para presentarse e
intercambiar teléfonos. Sin darse cuenta la estación de destino se aproxima,
según dice los altavoces. Toman sus carteras y se emplazan en media hora en el
lugar convenido para comer, mientras aprovechan para hacer unas llamadas.
A la hora en punto llega Juan
aunque Alberto lo hace diez minutos más tarde, disculpándose porque tuvo que
hacer más llamadas de las previstas. Como dos viejos amigos siguen comentando
cosas, con el límite que sus cabezas marca. Pero parece que hay un hilo
envolvente, que les da para seguir y seguir.
Por fín terminan y pagan su
comida mientras salen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.