Saliendo por el portal al girar a
mano derecha hay un callejón. Este es llamado el callejón de las inmundicias,
pues es un saco donde se depositan basuras, excrementos de perros, como no
olvidados y algún coche que aparca, cuando no hay sitio en otro lugar. Vivió
tiempos en que los adictos a la heroína buscaban un lugar para satisfacer su
necesidad imperiosa, entre el bloque de edificios hay una montaña de arena
compacta que con la caída de tierra, producida por las lluvias, crean un
lodazal donde había hasta asfalto.
Los vecinos han denunciado la
situación por los olores que se producen y lo que podría ser un foco de
tranquilidad ha hecho que varios vecinos hayan vendido sus casas para buscar
otro lugar donde no tener que estar discutiendo con los que llegan hacía allí,
con confesiones irrepoducibles.
El auge de la construcción se
detuvo con la aparición de la crisis. Por ello, el terreno colindante quedo
como tal, con una altura superior a los ocho metros, lo cual representa una
pared de muchos metros cúbicos.
Un día un grupo de vecinos decidió
cambiar el aspecto del mismo. Se trajo todo el material necesario para la
limpieza y unos enormes andamios para construir un jardín vertical, se excavaron
unos nichos en forma hexagonal y se introdujeron plantas aromáticas.
El callejón empezó a cambiar su
nombre por el de callejón del jardín vertical.
La noticia comenzó a ser
difundida como una iniciativa particular para rehabilitar espacios que tenían
otro nombre.
La masa amorfa que toma cuerpo
con los jardines implantados, es fotografiada una y otra vez. Incluso se monta
una exposición de un antes y un después, donde los propios vecinos han aportado
el material necesario. Sin embargo la variación en el espacio había sido mínima,
solo buena voluntad.
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