Estallo la guerra entre dos países,
parece que existen mil razones para justificar muertes y ocupación de
territorio y como en época de guerra todo vale. Pues ya esta. Los militares
comienzan a tener un papel principal, son el centro de todas las miradas, pues
son el eje donde llevar la represalia.
Los vecinos pasan a ser enemigos
y por tanto la mirada hacía ellos cambia de la noche a la mañana. Sobre todo en
las zonas limítrofes, donde hablan hasta el mismo idioma.
Pero los que presiden la dirección
de ambos países han decidido defender sus derechos, olvidando que ello conlleva
muertes, dolor, desplazamientos y odio. Que no es una cualidad muy normal, del
ser humano.
Como si fuera una cosa normal
surge un enfrentamiento bélico entre ambos países.
El miedo aparece en las dos
poblaciones, la incertidumbre y sobre todo la pregunta que queda en el aire, es
necesaria y justificable unas desavenencias. Que solo un grupo de población
cree tener, ante los atropellos de los de al lado.
La guerra es la irracionalidad
que no han conseguido vencer las palabras, cuando los oídos se han vuelto
opacos.
Los militares tienen claros que
sitios tienen para desarrollar la batalla en terreno enemigo, para no sufrir
tanto la devastación y comienza los corredores de inserción de ambos en ambos.
La misma idea les lleva a su maniobra. Al ser conscientes de la invasión
modifican para intentar agrupar fuerzas para echar a los ocupantes.
La partida de ajedrez se mueve en
dos lugares. Mientras aviones llevan el fuego de la desesperanza y la destrucción.
Desde búnkeres resguardados
comienza el disparo de armas automáticas que pueden destruir, con el simple
movimiento de un u botón tras haber establecido las coordenadas.
Pero la gente no quiere secundar
las acciones y boicotea los movimientos.
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