viernes, 23 de diciembre de 2016

LA OTRA ORILLA DE LA VIDA






Juan se sienta en la misma mesa del bar, donde suele ir a tomar un café después de comer. Suele ir solo pero allí encuentra a los habituales que suelen mirar la televisión como un matáratos, porque información solo es sesgada, aunque le pidan al dueño, Víctor, que elija otra cadena. Coinciden en los gustos por el deporte, de eso están versados, saben las dolencias, los modos de ganar un partido, alineaciones, todo sobre el mundo del balón, aunque no desprecian el ciclismo o motociclismo o…
Se forma la pequeña tertulia que aleja del trabajo diario. Es una colonia cerrada y se convierte en el centro de reunión, se juntan para reuniones de vecinos, bautizos, comuniones o fiestas como la navidad o el carnaval. Curiosamente a diferentes horas hay diferentes clientes. Pero al final es como un círculo. La gente joven prefiere salir de lo mismo en otros sitios donde no estar en boca de vecinos.
Juan sabe lo que va a encontrar pero es como una tradición. Es un soltero que vino a la colonia hace tres años, y se ha adaptado bien. A pesar de meterse mucho con sus lugareños. Eso no hace que reciba de la misma moneda. Pero no alarga mucho la estancia en el mismo en una hora. Se ha propuesto esa norma para no estar demasiado en el local.
Pero al ser un centro de reunión ha conocido a gente muy diferente y ha aprendido a parte de las banalidades deportivas, muchas cosas. Y ciertos matices en su cambio de comportamiento personal.
Trás matices banales surgen aprendizajes que dejan huella y hacen ver las cosas de otra manera.
Por casualidad una canción habla de: “the other side of the life”, en una canción antigua versionada por un grupo de actualidad. Le de por pensar.

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