Juan se sienta en la misma mesa
del bar, donde suele ir a tomar un café después de comer. Suele ir solo pero
allí encuentra a los habituales que suelen mirar la televisión como un matáratos,
porque información solo es sesgada, aunque le pidan al dueño, Víctor, que elija
otra cadena. Coinciden en los gustos por el deporte, de eso están versados,
saben las dolencias, los modos de ganar un partido, alineaciones, todo sobre el
mundo del balón, aunque no desprecian el ciclismo o motociclismo o…
Se forma la pequeña tertulia que
aleja del trabajo diario. Es una colonia cerrada y se convierte en el centro de
reunión, se juntan para reuniones de vecinos, bautizos, comuniones o fiestas como
la navidad o el carnaval. Curiosamente a diferentes horas hay diferentes
clientes. Pero al final es como un círculo. La gente joven prefiere salir de lo
mismo en otros sitios donde no estar en boca de vecinos.
Juan sabe lo que va a encontrar
pero es como una tradición. Es un soltero que vino a la colonia hace tres años,
y se ha adaptado bien. A pesar de meterse mucho con sus lugareños. Eso no hace
que reciba de la misma moneda. Pero no alarga mucho la estancia en el mismo en
una hora. Se ha propuesto esa norma para no estar demasiado en el local.
Pero al ser un centro de reunión
ha conocido a gente muy diferente y ha aprendido a parte de las banalidades
deportivas, muchas cosas. Y ciertos matices en su cambio de comportamiento
personal.
Trás matices banales surgen
aprendizajes que dejan huella y hacen ver las cosas de otra manera.
Por casualidad una canción habla
de: “the other side of the life”, en una canción antigua versionada por un
grupo de actualidad. Le de por pensar.
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