Juan comenta, con su amigo
Alonso, sobre lo que no tenemos. Alonso se pone muy serio, cambia su semblante
y enfadado responde:
-Siempre preocupándonos por lo
que no tenemos, es como una enfermedad, trasmitida por todos los sitios.
-Te entiendo pero es normal no
valorar lo que tenemos, pues es parecido a una conquista y por tanto una anexión
de ese territorio, contesta Juan.
-Pero de que vale tener más
territorio sino podemos disfrutar del que tenemos.
-Estoy de acuerdo en que
parecemos boicotearnos para no encontrarnos bien. Es como si se hubiera
inoculado un virus en nuestro cerebro y nos impidiera encontrarnos con salud.
-Ahí esta la clave, la salud no
solo es un bien físico, sino que también los es psicológicamente. De nada vale
disociar cuerpo y mente. Son parte de nuestro ser por ello no podemos perderlo
de vista. Responde Alonso.
Juan baja su cabeza en plan
meditatorio y confiesa, el gran error cometido, de seguir un camino que no es
el suyo, y sin embargo, lo ha hecho propio.
-A veces cambiamos nuestros
principios por seguir el presentado socialmente, por ser un camino más fácil,
si se equivoca, podemos achacarlo a la sociedad como culpable, quedándonos al
margen sin mancharnos, pero somos coautores, no lo olvidemos, estaremos
salpicados. ¿Entiendes Juan?
-Claro que lo entiendo y por eso
me da rabia, el no ser capaz de controlar esos pensamientos y que surjan sin
haber sido demandados.
-De se es la inercia en la que
caemos con facilidad. Si nosotros estamos seguros de nuestros principios, difícilmente
se van a tambalear. No se trata de un combate, pues saldrán con naturalidad,
sin necesidad de adoctrinamiento. Brotaran tan naturales como cuando pasamos
delante de unos arbustos de aromáticas y expresemos la fragancia que recibe
nuestra nariz, sin juzgar el aroma.
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