Una antigua escombrera se esconde
bajo el suelo. Hoy es un feliz vivero. Donde diversos árboles y plantas,
mostrando una clasificación interior. No hay cercas que lo delimiten como
cuando se intenta poner puertas al campo, para delimitar a la posesión o las
fronteras entre países. Tres puntos de riego aportan el soporte hídrico del
entorno.
Descubrir el lento crecimiento de
sus habitantes, con la enseñanza que nosotros no estamos en la posesión del
tiempo, ellos seguirán en su mayoría más años que nuestra propia vida. Pero
alguien dijo: “si supiera que mañana moriría, plantaría un árbol”.
Con esta norma de desprendimiento
agradeces todo lo recibido, que es mucho, pero que pronto olvidamos. Acercarte
a esta naturaleza que parece que sobra o solo esta destinada a las macetas, en
nuestra vida urbanita. Todo lo demás es importante, las transacciones, negocios,
contactos, publicaciones, etc. Que marcan un ritmo diferente a ese otro. Seres
dotados de energía, menos cuantificable que el patrón dinero, marcador de
nuestras alegrías y frustraciones.
Contemplar como una corteza se
retuerce, sirviendo de paso al caminar de las hormigas, como se resquebraja,
cortando la unidad de la estructura para ser eso mismo y dar el carácter de su
especie. Como la pequeña hoja va tomando consistencia y se desarrolla hermosa,
captadora de la energía solar para acabar, terminada su ciclo, en el otoño con
un cambio de color y de transformación, para volver al mismo punto que la
origino: la tierra.
Al entrar es comparable al
hacerlo en una hermosa catedral, donde vas descubriendo los diferentes puntos
de su arquitectura o la disposición de las esculturas que lo ornamentan. Si se
puede aun más.
Que diferente es la disposición
de entrada a uno y a otro sitio. Simplemente por la disposición de recepción,
en uno u otro lugar.
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