miércoles, 19 de julio de 2017

MARTINA SENTADA EN UNA ESCALERA







Martina se sienta en una escalera que da acceso a unas tiendas, es temprano y la cara está, ya, sudorosa. La mirada perdida en sus recuerdos y el brillo de sus ojos desaparecido. Es verano y ya se agradece la sombra, a pesar de ser una temprana hora. Su cara redondeada describe la cantidad de vueltas que da a sus ideas.
De pronto una lágrima nace de sus ojos y sin poder remediarlo, aparecen otras más, trata de abortarlas con la ayuda de un pañuelo de papel muy arrugado. Por allí pasan muchas personas, pues es camino del metro, pero todo el mundo tiene prisa, tienen calculado el tiempo para llega al puesto de trabajo o sus obligaciones.
Antonio baja a su perro para hacer sus necesidades y al ir más despacio, sorprende a Martina. Mientras el animal la olisquea. La pregunta:
-¿La puedo ayudar? Pero un balbuceo es toda la respuesta. Como no ha entendido la respuesta, se acerca un poco más a ella y repite la pregunta.
Ahora si responde:
-Es un cúmulo de situaciones que no puedo salir.
-Te importa que me siente a tu lado. Las tiendas aun no han abierto el cierre metálico. Responde con la cabeza, mientras desplaza su cuerpo hacía el bordillo. Antonio adapta la misma posición corporal de ella y dice:
-A veces creemos que todo lo que nos rodea esta en ruinas como el paso de un terremoto, nos desolamos y perdemos la esperanza en todo, solo vemos lo que creemos ver delante nuestro, desolación. Pero olvidamos que existen otras muchas cosas que pasamos sin darlas sentido y son tan importantes como la vista parcial que hacemos en un estado como el que te encuentras. Comienza a respirar lentamente, así tomas control de tu vida, ya eres dueña de ti. Siéntelo.

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