-Juan, se te olvido traerme los
libros que te pedí ayer.
-Si la verdad es que cuando salí
de casa tenía una sensación de faltar algo, cuando te he visto, dije: ya se. Los
libros de Andrés. Ya no me da tiempo pero mañana no me faltaran.
-Te llame anoche para recordarlo.
Sino te importa a medio día iré por ellos a tu casa.
-No puede ser pues no comeré en
casa. Tenemos comida de compañeros.
-Vaya, quería iniciar hoy el
trabajo. Intentare ir a una biblioteca por ver si los encuentro.
-Lo siento pero el encargo se me
fue de la cabeza. Tendrás que apañarte con búsquedas en Internet. Esos libros
están descatalogados.
Andrés pensó en la mala cabeza
que tiene su amigo Juan. Y eso le crea cierta inseguridad, pues ya no está
seguro si lo que quedan el día anterior será motivo de recuerdo.
Juan no le da importancia porque
cree tener buena memoria y por ello lo deja en despistes, asumiendo como una
realidad propia de su ser.
La frase “se te olvido”, le marca
y decide utilizarla para hacer bromas. Ante diferentes situaciones empieza a
aplicarlas, con un doble sentido para aquello que físicamente estamos
preparados pero obviamos. Como “se te olvido tener hambre” o “se te olvido
traer las piernas” para expresar que llegas tarde. Tanto la introduce que llega
a pegarse en el comentario de los amigos. De esa ha logrado que un comentario
pueda ser una losa por lo pesada y asfixiante que pueda ser. Ha logrado
transformar el comentario en algo banal. De esta manera ya no le hará daño.
Andrés se da cuenta de ello pero
no consigue relacionar el efecto que tiene en su amigo. Como si fuera un regalo
envenenado, molesto y ocupante de su manera de estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
gracias por participar en este blog.