Tras
el camino siempre hay una silla para acoger tu cuerpo cansado. Así
se siente Juan después de recorrer su ciudad con el rumbo disperso y
sin meta. Se adentra por calles que no sabe donde dan, pero según va
descubriendo, las consigue ubicar en su mapa mental. Y es entonces
cuando se siente dominador de la técnica de la orientación.
Descubre nuevos vecinos, nuevas tiendas que, en realidad se asemejan
a otras de cualquier otro punto urbano. Sabe que esta en sitios
nuevos pero las formas le llevan a sentirse en su ciudad.
La
emigración ha dejado que parques sean utilizados para deportes como
el voleibol con unas formas un poco diferentes pero que se repiten en
cualquier sitio donde ellos juegan sus partidos. Rodeados de sus
mujeres y algunos chicos pequeños, que consiguen hacer una isla en
un mundo extraño, donde son utilizados como mano de obra barata, no
reclamaran sus jornadas de descanso y sus horas concertadas,
intentaran ganar el máximo dinero para enviar a sus países de
origen o compraran un coche, de segunda mano que les de la efímera
libertad, del desplazamiento, hacía cualquier sitio donde se les
seguirá viendo como extraños, pero útiles. Ocuparan las casa mas
antiguas, aquellas que les hace falta muchas mejoras estructurales,
las mas baratas y las que tienen el plus, de tener mas habitaciones
para introducir a otros, con los cuales harán negocio de su
necesidad.
Juan
observa el juego y la manera que se manifiestan, pues muestran su
enfado con los compañeros o los rivales para sacar su frustración.
Al finalizar tomaran unas botellas de cerveza con las que recuperar
el liquido perdido por el sudor. Consiguen alegrar, momentáneamente,
su vida. Han traído neveras, sillas portátiles y lo necesario para
ocupar unas de las pocas horas de ocio.
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