Porque
estaba esa valla un poco mas separada de lo normal que hizo que
tropezara con ella y sentí mi cuerpo arañarse sobre el asfalto,
mientras note que mis gafas se quebraban. Eran los últimos cincuenta
metros de la meta en una carrera donde la voluntad es la que manda y
el cansancio se acumula.
Afortunadamente
siempre hay personas que te ayudan y te llevan al lugar donde limpian
tus heridas y tratan de contener las hemorragias con puntos de
sutura.
Cuando
analizas porque te has caído dos veces en una semana, no suena a
casualidad, sino un aprendizaje.
Tu
cuerpo magullado, va sintiendo los dolores que vienen en “frio”,
cuando el cuerpo deja el calor de la carrera y busca la inacción. El
descanso. Se hace necesario en busca delas contusiones. Cuando un
niño se cae se levanta con la misma facilidad que fue. En el caso de
adultos puede convertirse en una tragedia, pues los tejidos ya no son
tan elásticos, la piel pierde la misma y tu cabeza tiene que
asimilar todas las cosas, muchos datos en poco tiempo. Nuestro
procesador no tiene las velocidades de vértigo y se transforma en
uno lento, a lo mejor, mas seguro, pero la velocidad disminuye, eso
esta muy claro.
Pero
siempre hay un gracias a toda la gente que te ha ayudado, desde el
municipal que te acompaña, el amigo corredor y el personal de
servicio de urgencia, que empieza a rellenar el informe con tu nombre
a secas y se refiere a ti, sin importar las incoherencias dichas.
Siempre
hay una lectura positiva, aunque haya existido un accidente. La culpa
nunca fue de la valla, siempre fue miá, y mi trabajo es descubrir el
aprendizaje, que se asoma en todas las facetas de nuestra vida. La
carrera fue terminando
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