A
veces, el balanceo que se produce en el autobús, es mas pronunciado
algunos días, es verdad que los conductores no son los mismos,
aunque el recorrido si lo sea. Ese movimiento provoca un disgusto en
los ocupantes que va en creciendo con cada nuevo desplazamiento.
Cuando surge la primera voz de queja, parece como si se hubiera
incendiado la mecha y todo esta atento a la nueva maniobra del
conductor. Los ánimos se encrespan.
Pero
Juan llega a su parada, con lo cual cree, haber terminado su
movimiento, ahora se hace a través de sus piernas, y estas, son mas
previsibles. Pero no es así, un charco escondido entre hojas
acumuladas, le hace que gire su cuerpo de una forma anormal y el pie
caiga en una posición anormal, con lo cual se produce un fuerte
dolor. De un color blanquecino llega a su casa y explica lo ocurrido.
Así que hay un nuevo destino, el hospital.
Toman
el coche y se dirigen al cercano hospital. La piel comienza a
dilatarse para dejar la muestra de una inflamación y un dolor que
inhabilita cualquier movimiento.
Juan
espera los resultados de la radiografía aunque sabe de que se trata.
Reposo
y una bolsa de guisantes congelados harán parte de la función que
con la unión de medicamentos, antiinflamatorios y analgésicos.
Serán su tratamiento.
Pero
la rabia aparece al descubrir que mañana iban a pasar el fin de
semana fuera de casa. La cabeza se satura los pensamientos se
acumulan, parece como si la cabeza también se tensionara y
necesitara aumentar de tamaña, afortunadamente, esto no ocurre así.
Juan
va recuperando su estado de animo y pone la bolsa de guisantes,
congelados en su tobillo derecho, la pierna estirada, la mirada
perdida, en nada concreto. Su mujer llama anulando servicios,
contratados.
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