jueves, 10 de diciembre de 2015

LA SALA DE ESPERA




Juan entro en la sala de espera del hospital. Observa las caras grises o de circunstancia de los alojados, según va pasando los minutos se va llenando, como no, de personas mayores, en sillas de ruedas.
Todo el mundo busca el remedio eficaz en el menor tiempo posible, esa es la proclama, pero los cambios de turno y la prioridad son las pautas que ralentizan un proceso. Curiosamente este es sitio donde se empieza dar nombre a lo que eres, un paciente. Esto no es bien acogido porque nadie se siente perjudicado, es como cuando tenemos un percance en el vehículo y lo llevamos al taller, esperando que lo hagan, la reparación, lo mas pronto posible.
Empieza a llegar mas gente de diversidad, tan grande como personas entran en ella. La madre con el hijo que quiere prioridad a cualquier precio y comienza un lamento que sube de intensidad cuando el hijo, coloca la pierna en la silla de ruedas. Como si hubiera pisado un juanete el lamento se fusiona con grito. El hijo no sabe donde meterse tras el escándalo que provoca su progenitora. La situación se resuelve con una enfermera cita su nombre y les comunica que les estaba buscando en otra sala que es donde debían estar.
Un respiro general ante la ausencia del lamento de mujer. Pero no se termina porque ahora los gritos se oyen de la cabina de exploración.

Un minusvalido comenta a todo el que le preste oídos que ha tenido un accidente en el trabajo y que su medico de cabecera no le cree. Por fin al ver un celador le pregunta si le pueden traer algo de comer, pues desde ayer no lo hace. Pide un teléfono para llamar a su madre, cosa que consigue en otra enfermera. La historia sigue.

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