En
algún momento, Antonio sabe que tiene que pasar, pero siempre queda
como una posibilidad que no tiene porque ser.
Conduce
su coche y sale de la ciudad, al tomar un desvió, el coche comenzó
a hacer un ruido extraño y se para, menos mal que puede echar el
coche al arcén.
Coloca los triángulos de señalización de avería, Y lo siguiente
es llamar a la compañía para que manden una grúa. Como conoce esta
eventualidad, no se pone nervioso, pero empieza a desarrollar la
película de como va ser todo el día a partir de ahora. Según su
manera de ser. La grúa tarda una hora en llegar, el nerviosismo se
asienta en su persona. Sale y vuelve a entrar en el coche, paseos por
el arcén, dedos en la boca. El
diagnostico es que se lo llevan al taller, que él diga, contratiempo,
porque el piensa que podría haber hecho cualquier arreglo para salir
del paso. Así maniobras para remolcar el auto y pensar en los planes
y el dinero que le va a suponer.
Realmente
lo que se supone suele aparecer como el conejo que sale de la
chistera del prestidigitador, los pensamientos dan cuerpo a la idea y
curiosamente se vuelve realidad como en el caso del mago.
Antonio
no lo entiende así, sino por el fruto de la casualidad, el coche
esta viejo y ya le toca fallar, es la lógica que hemos recibido.
Cuando
están llegando al taller el
camión plataforma se detiene, curiosamente con el mismo ruido.
Inspección ocular y la misma solución. Hay que llamar a una nueva
grúa que remolque a los dos vehículos. Risas tontas que no llegan a
ninguna parte, pero que eliminan los momentos de tensión. La primera
parada sera en su taller o ¿se estropeara el nodriza?
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