Hay
personas que parecen invisibles, contradiciendo el principio de:
“toda masa ocupa un espacio”. Esto, en la realidad no ocurre así.
Podemos comprobarlo con aquellas personas que se posicionan en las
calles con el objeto de pedir dinero, o los músicos callejeros o
todas aquellas personas que parecen molestas para el normal
desarrollo de nuestra vida, quien puede cuestionar que todo no esta
bien, que mientras nosotros podemos llegar a “estar bien”, otros
no muy lejos no están en las mismas condiciones. Surgiendo el olvido
o la invisibilidad, hacemos desaparecer todo aquello que pueda
estropearnos nuestro camino, con lo que se desarrolla nuestra
ceguera, nuestras peculiares cataratas selectivas, de esta manera
nuestra mente no se siente culpable, olvidando el principio de la
importancia de nuestra felicidad individual viene manifestada de una
felicidad colectiva.
Hay
muchas cosas que están fuera de nuestro poder, no me refiero solo al
económico, por ello tenemos que buscar que alcanzar ese grado de
bienestar, no solo se alcanza con monedas o billetes, que una vez
recogidos, desaparecerán de igual manera. Si actuamos de está
manera el pensamiento de quien recoge monedas o billetes, le llevara
a adaptarse como el modelo a conseguir, por tanto olvidara otros
métodos, siendo el principal defensor frente al sistema en que se
encuentra. Por evidencia, el dinero no libera, más al contrario
encadena y las cadenas te pesan y te inmovilizan con resultados de
esclavitud, pero no solamente física sino mental. Pero abrirse a
este pensamiento llevaría a cuestionar el que sustenta nuestra
sociedad y eso es peligroso. Pues la crisis de valores es el vació y
por tanto el vértigo.
Es
curioso como la invisibilidad como mecanismo de defensa ayuda a
proteger del caos. Por ello esa catarata selectiva, en nuestros ojos,
lleva a un estado de ser feliz.
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