Juan
leyó el periódico, como cada mañana. Una noticia política hablaba
sobre: “fuego amigo”. Le dio que pensar sobre la amistad o la
similitud de ideas. También en que el mayor enemigo puede ser tu
propio amigo. La reflexión llevó a pensar sobre la traición y
hacer una interpretación de ella. Juan sabía que cada persona es
diferente de las otras, existen muchas variables para que esto ocurra
de esta manera, pero lo no aceptado era que de la misma corriente de
pensamiento se pueda derivar en otros ramales diferentes. Esta no
aceptación conllevaba a un desasosiego interior, difícil de
reestructurar.
Los
daños colaterales de cualquier enfrentamiento, no solo bélico,
llevan a unos sucesos no deseados, Juan conocía está realidad,
siempre difícil de reconocer.
Pensó
en amigos con los que había tenido relación, por circunstancias se
rompió la misma y su cabeza buscaba la relación con la frase
encontrada en el diario.
Paró
su lectura y su mirada se fijó en un punto indeterminado donde
reflexionar sobre la cadena de pensamientos que se había formado. El
día se había abierto esplendido, pero la lectura había abstraído
de su tiempo y espacio corporal para sacar del espacio. Lejos en otra
dimensión donde tener un espacio especifico. Donde un solo fantasma
habitaba “la traición”, pero un medio tan ambiguo y abstracto,
formaba escenas pero era una realidad virtual. Difícil objetivar en
su delirio, donde el pensamiento se había adueñado de todo,
olvidando las otras realidades.
Juan
estaba pálido, los latidos de su corazón habían tomado el ritmo de
una carrera de velocidad.
Pacía
como si hubiera atravesado una cortina donde todo es nuevo con
imágenes del pasado. Un sudor frio comienzó a emanar de su cuerpo.
Como si las balas del fuego amigo, hubieran atravesado sus poros,
dejando salida al liquido corporal.
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