jueves, 19 de julio de 2018

EL MOVIMIENTO DE PIERNA




Junto al banco del parque, Juan, el pequeño mueve su pierna hacía delante y atrás, sin principio ni fin. Por fin mira hacía el tobogán y elige ir allí. Las cortas escaleras y el descenso le hace volver al mismo lugar. Nuevo movimiento de pierna y nuevo apoyo de su mano en el respaldo del banco, no parece tener fin. Su abuelo lee un libro a la vez que observa los inquietos movimientos de su nieto. Otro niño aparece con un balón, directo va a pedir jugar con él. Más con el balón que con el dueño. Jaime acepta y llegan un acuerdo para hacer unas porterías unos palos y unas pequeñas montañas de arena sirven para la construcción de la portería.
El año y ser dueño de la pelota le dotan de autoridad sobre el recién conocido. Las carreras y la reconstrucción de las porterías en cada envite, les lleva una gran parte del tiempo. El abuelo observa la suerte de desfogue del nieto. Hará comer mejor y dejara echar un sueño tras la comida. El televisor con la serie favorita obraran el resto.
Antes de regresar tendrán que lavar los raspones con la sangre compactada en el polvo y arena. Sus piernas parecen un mapa de heridas, cicatrizadas y con costras.
Mientras prepara la comida le pide que lea el libro recomendado en su curso, algo que le suponga un esfuerzo interpretativo y no mascado como puede ser ver un programa de televisión.
Juan siempre se revuelve, pero acaba de descubrir los secretos que encierran las letras combinadas, el mundo oculto a ideas que no tenía. Es el momento en que sus piernas y brazos dejan de tener vida propia. La concentración ha creado el milagro que vence al aburrimiento. Cada dato nuevo lo incorpora como una victoria.

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