martes, 10 de julio de 2018

LA RODILLA INFLAMADA




Juan subía la cuesta como podía, la rodilla inflamada derecha hacía que cualquier movimiento relacionado con la locomoción fuera un suplicio. Su cara se encargaba de reflejar su realidad, incluso alguna palabra de esfuerzo salía de su boca. Por ello trataba de evitar las salidas a la calle. Poco amigo de pedir favores, pero con el agravante que vivía en una calle en cuesta, cada día a la ida o la vuelta tenía que realizar la tarea de ascensión. Menos mal que su casa era un primero, eso si, sin ascensor.
Ha considerado muchas veces el cambiar de casa, pero era donde había llegado con su poder adquisitivo. Su mujer le había abandonado tras el accidente de coche que tuvo donde falleció. El desanimo de este último año le llevo a ir a una inmobiliaria ubicada en la parte superior de la calle, en busca de una permuta o compra de algo pequeño en el mismo barrio. La rodilla iba cogiendo una edad en la que el deterioro era manifiesto.
Acabado su espacio laboral, presentía que no podría seguir el ritmo llevado.
Muy amables se interesaron por su petición mientras veían una recompensa doble vender un piso y facilitar la compra de otro. Todo fueron elogios, ahondar en la perdida de su mujer y lamentarse por su enfermedad.
Valoraron su piso y ofrecieron lo que tenían en su catalogo. Apareció en sus datos un piso de treinta metros, bajo pero con reforma. Como su piso era el doble sin tener que hacer poca reforma le podría compensar, la zona era cercana. Le mostraron una y otra vez las ventajas, pero no las comisiones relacionadas con su gestión.
Según regresaba a casa echaba la culpa a su rodilla inflamada como responsable de la situación en la que se encontraba. “Maldita articulación”.

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