Juan
y Ana son una pareja atípica. Ana es una persona volcada en la
pintura, música y escritura. Mientras Juan se vuelca en el deporte,
hasta los más inverosímiles le muestran interés. Incluso se apunta
a practicarlos.
Ana
es la reserva, su búsqueda se basa en la habitación donde
desarrolla las diferentes artes.
El
continuo descubrir le hace viajar a lugares remotos, siempre en
búsqueda de exotismos que le den el aderezo que necesita en su vida
diaria.
Viven
en un chalet en las afueras de la gran urbe. Y su vida es paralela
solo unida en la cocina, mesa y cama. A pesar de ello tienen una
buena comunicación, donde cada uno expresa los sentimientos día a
día. Esa diferencia es el complemento que cada uno necesita, para
poder lograr un equilibrio, que por sus pasiones, tan diferentes les
lleva a mundos diferentes. Las amistades también son diferentes y
difícilmente encajan en reuniones conjuntas, pues se aburrirían de
los temas a tratar.
En
una prueba deportiva, Juan, sufre una fractura en la rodilla, lugar
fundamental en la practica de tantos deportes. Lo cual le lleva a un
estado de postración y un cambio en sus hábitos alimentarios,
consume cualquier cosa y a la misma deshora, observa mucha televisión
y como consecuencia sus músculos empiezan a llenarse de grasa.
Comienza su desvalorización personal. Mientras Ana continua en sus
labores intelectuales y creativas, diarias.
Juan
pierde su buen humor y comienza a llenar de reproches la convivencia
con Ana.
Al
ver el cambio comienza el dialogo tras la comida para decir los
cambios que han vivido cada uno.
La
fractura lleva a una operación y más reposo.
Nueva
comunicación y Ana le deja un libro, para que lea en lugar del
tiempo aplicado a visualizar televisión. Juan sonríe y se
apasiona.
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