El paseo de la
arboleda esta en el centro del pueblo, acoge varios acontecimientos
al cabo del año, se fijan casetas donde se ofrecen los mas diversos
articulo, según sean de la temporada y el tema. Las ramas de los
plátanos están entrelazadas, esto hace que en verano sea buscada su
sombra y en el otoño con la perdida de las mismas no quite el sol
apetecible en las estaciones frías.
En el último evento
se pusieron una hamacas donde una o varias personas se subían en
busca del balanceo que proporcionan las mismas. Cuando se desmonto se
retiraron las mismas y una profunda herida salio en los plataneros.
No les dieron importancia porque tenían buen porte. En sus alcorques
se vaciaba el agua de fregar las escaleras con su correspondiente
detergente, también se vaciaba el cambio de aceite de algún
vehículo, del manitas de turno. Estamos en primavera pero las hojas
comenzaron a cambiar a tono amarillento y a caerse. Pronto se
hicieron corrillos frente a ellos y surgieron las personas que decían
que debían talarse y cuando fuera necesario, instalar unas pergolas
que dieran la sombra suficiente cuando el sol este en lo más alto y
sea motivo de refugio de la lluvia. Enseguida la noticia corrió como
la pólvora, eran árboles enfermos que había que tomar una decisión
con ellos, ya. Como un llanto de las llagas de las hamacas surgía
una sabia parduzca que tiznaba la base de los alcorques. Como un acto
solidario todos los arboles del paseo se manifestaban de la misma
manera. Habían sufrido mutilaciones y empalmes con las ramas del
árbol próximo. Pero ya molestaban. La tala se decidió en poco
tiempo y un paisaje desolador surgió tras el acuerdo vecinal. Desde
luego aquello no fue igual, ya nadie paseaba por allí.
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