miércoles, 10 de junio de 2015

EL MERCADILLO DE VALENTÍN



Siguiendo la linea que marca la acera, Valentín, llega a a la esquina donde tiene que decidir que dirección tomar. No había visitado esta ciudad, por ello cualquier destino es bueno. Vistazo adelante, a la izquierda o la derecha, allí ve un mercadillo. Mira es una opción, saber que cosas se venden aquí.
Valentín toma esta decisión, saber un poco más de sus habitantes y que mejor que lo que compran. Las primeras casetas son uniformes a lo que puedes encontrar en cualquier ciudad, pero es en la visión particular de los artículos expuestos donde esta la diferencia. En una floristería se pueden encontrar flores, lógicamente, pero es en las variedades lo que la cosa cambia. Como un buzo se sumerge en cada puesto encontrando los diferentes peces. Su paso es tranquilo, ello le hace diferente al resto de clientes, como cualquier extranjero, fotografía y por ello se hace delatar. Al final del mercadillo hay una fuente de agua potable y unos bancos, lugar de espera de quien no se ha mojado o lugar de encuentro,. Unos árboles dan la sombra necesaria para recogerse del solemne, sol. Su bolsa se ha llenado de motivos consumistas, se ha abultado y ha acogido un numero de cosas que le parecían necesarias.

Valentín se ha creado la necesidad de poseer con ello ha creído encontrarse más feliz, pero toca la vuelta para encontrar el camino a su alojamiento, el peso ha aumentado y por ello, el paso es más cansino. Ya ha cambiado su sonrisa por una cara de sufrimiento. La vuelta es más penosa. Ya no tiene la mirada de ojos nuevos, son escenas de su vida normal, de descubridor ha llegado a encontrarse con su verdadero , Valentín. Ese que encontró que era más fácil ir por la linea de la acera.

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