sábado, 27 de junio de 2015

EL PASEO DE FRANCISCO



Francisco cuenta con ochenta y cuatro años, se siente orgulloso de haber estado trabajando hasta los ochenta y uno.
Pero fue su salida laboral, lo que desencadeno una catarata de enfermedades, comenzo con un problema de corazón que se extendió a un tumor pulmonar, confirmando que nunca había fumado, pero dado su edad y su débil órgano propulsor le ofrecieron cauterizarlo. La operación fue un éxito y solo tubo que hacer tres tratamientos frente a los diez que le iban a dar.. Le siguió una degeneración macular, solo la compañía de su perro le impulsa a salir a la calle, gracias a él pasea y recuerda su pasado deportista.
La losa de ser un ser enfermo le ha acobardado. Recuerda su casa, en un pueblo de Málaga donde, en su terraza, puede ver las estrellas, pero que no va desde hace tres años. Presume de tener tres coches pero ya no puede conducir aunque su carnet le autoriza casi un año más.
En su paseo, se encuentra con otro Francisco que también se apellida como él. Y le hace ver que no es una persona enferma, no es un inútil, lo que pasa es que lo ha desarrollado en su cabeza y por tanto en su cuerpo, goteras.
Francisco no lo entiende y sigue pensando que son cosas de la edad, pero sin embargo se olvida que hasta los ochenta y un años estuvo dirigiendo una empresa mientras, otros, con diecieseis años menos ya han elegido el retiro.

Olvida el ya no es igual, pero inhabilita su facultad para seguir en su día a día, en observar el sol, los árboles, mientras pasea con su perro Toby, testigo de su espacio umbrío que solo él, ha elegido, sin darse cuenta, que ahora toca la dirección de su vida. Difícil decisión.

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