El día se alzaba
con un sol sin nubes que pudiera perturbar su grandeza, hoy es el
solsticio del verano donde, la luz llena todos los pasajes oscuros,
dejando que duerman hasta llegado el ocaso. El agua cae en alguna
fuente que no ha sido restringida su caudal.
Las hojas de los
árboles bailan al son de la ligera brisa, parece que nada ha
cambiado pero hoy hay más tiempo de sol, es cuando triunfa mas la
luz que la oscuridad de la noche. El sol tiene mas fuerza, al incidir
en esta parte de la tierra, de una manera más directa. Precisamente
con este auge comienzan a acortar los días, el recuerdo de que todo
es cíclico como la forma de nuestro planeta que se mueve a una
velocidad circular, influyendo sobre las personas de la misma manera.
Preocupación que se manifiesta en sus propios habitantes, tan
diferentes de animales y plantas que no entran ese factor de tiempo,
en la velocidad, que muchas veces da vértigo y hasta marea.
Desde la quietud de
las piedras hasta el movimiento de las aguas hay un gran abanico de
posibilidades donde nos podemos encontrar bien. Vibrar en la misma
sintonia de la tierra.
Nosotros siempre
elegimos como es nuestra estancia aquí.
Siempre podemos
elegir el que sea un paraíso o un infierno, nuestra voluntad tiene
que sentir la energía que nosotros necesitamos o que queremos para
nuestras vidas.
La luz siempre sera
anecdotica pero no condicionadora de las maneras de vivir.
El calor nos obliga
a desprendernos de todo aquello que nos hace que nos proteja, pero la
pregunta es de quien o de que. Con la llegada del mismo hacemos un
análisis interior que nos lleva a una reflexión.
El sol es solo un
motivo de encuentro con nosotros mismos.
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