lunes, 3 de agosto de 2015

EL ESPECTADOR



Juan es el prototipo de espectador. Le encanta ir al cine, al teatro, a cualquier espectáculo donde él se siente espectador. Esto le lleva que al ir a cualquier ciudad busque un banco en una calle concurrida, o la terraza de algún bar y quedarse a mirar. Muchas veces las colas formadas para hacer cualquier compra, le valen para ser observador.
Juan no le gusta la vida de ser actor, sino de la reflexión, donde tanto se aprende, pero donde la vida se convierte en una película, donde no te sientes identificado con tu propia vida. Esto conlleva a un sentimiento de ensoñación, donde eres parte de un sueño, donde sabes que tarde o temprano te despertaras y todo habrá acabado, por lo menos el sueño en el que estabas inmerso.
Juan vive solo, quizás por evitar compromisos, de tener que hacer un trabajo común, tira para tras el compartir su vida con nadie. No tiene la necesidad de sentirse parte de la vida de nadie.
Su trabajo en la portería de un edificio hace, que mucho tiempo se convierta en la rutina de un tele espectador, sin mucha necesidad de comunicar con los vecinos. Gracias a que es un edificio nuevo, donde nadie conoce a nadie, ni hay la necesidad del trato normal.

Hoy es diferente, se produce un incendio en la sexta planta y el gestiona la llamada a los bomberos, ante la llegada de estos, se le solicita la llave de acceso a la vivienda y le piden que les acompañe, cosa que ya deja de hacerle gracia, ya se esta convirtiendo en parte del papel. Hubiera preferido observar desde su puesto privilegiado todo lo que allí esta acaeciendo. Pero al abrir la puerta una bocanada de humo y fuego le lleva a tirarse al suelo y revolcarse.

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