Juan
siempre sufre de lumbalgias ocasionándole vivir en una limitación
de sus actos físicos. Su gesto de dolor, ha permitido que arrugas se
alojen en su cara, tras el entrenamiento de contracción de los
músculos de su cara, como si hubieran ido al gimnasio y los
movimientos repetitivos hubieran dado el cambio en las facciones de
la cara.
Hombre
profundamente temeroso va encadenando un dolor que llega a pensar si
va implícito con él. Precisamente, esa amargura se va llenando a su
comportamiento social y le esta llevando al bode del hurañismo. Las
visitas al medico se traducen en continuos relajantes musculares y antiinflamatorios, cóctel, que no le da resultado, mas que a corto
plazo. Uno o dos días y vuelta a empezar. Llego a probar
estiramientos que como le producían dolor los evita como si viera la
cara del demonio. Los masajes eran un paño caliente, bien para hoy
hambre para mañana.
Desde
que despierta la mueca de dolor es su fiel compañera.
Hoy
recibe la visita de una ex-compañera. Que le hace reflexionar el por
qué se encuentra así. Juan se pone a la defensiva, defendiendo que
su problema es genético y por tanto no tiene solución. Su padre y
su madre lo padecían, así tiene la justificación para no sentirse
actor de su vida.
La
reflexión para que cambie de manera de ver las cosas le queda
implantada. La marcha de su amiga le deja en una reflexión que no
había conocido era una nueva compresión de toda su vida. Cosa que
se hace difícil, tras haber asumido que era un defecto de fabrica.
Entender de la responsabilidad de nuestros pensamientos en el aspecto
físico, es realmente complicado entender. Pero los pensamientos son
como la catarata de las fichas del domino comienza a funcionar, una
vez más.
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