“Y
si la realidad fuera una ficción”, Juan llegó a esta conclusión
tras leer muchos libros sobre temas concretos. Pensaba que al
referirse tantos autores sobre un mismo tema tendría que haber algo
de verdad en todo ello. Por tanto su pensamiento se reafirmo en esas
ideas como verdades básicas.
Al
hablar con otras personas siempre sacaba el tema por el que estaba
interesado y lucía una serie de argumentos con los que sostenía su
creencia. Tantas veces repetida su pensamiento se consolidaba con
mayor fuerza, tanta como el giro de la tierra sobre el sol.
Cuando
alguien disentía de sus palabras, necesitaba apartar a esa persona
para no romper la catedral construida.
Sin
darse cuenta; Juan se iba radicalizando y solo tenía ojos y oídos
sobre lo que quería escuchar, con lo cual se fue embruteciendo. Se
sentía mensajero elegido, por ello tenía algo que hacer en la
sociedad que le rodeaba, pero muchas personas se alejaban de su
discurso, lo encontraban monotematico y pesado. Con ello, Juan se fue
aislando, se sentía incomprendido y su carácter cambio, sus rasgos
de la cara se afilaron, arrugas mostraban una piel deshidratada. Su
casa la consideraba su torre. Hasta el mes pasado que obtuvo una
noticia que desmentía toda su creencia. Mientras leía los
argumentos se reía pero fijo su interés sobre el desarrollo de la
misma. En su cabeza apareció la palabra duda, que no estaba en su
diccionario. Como una semilla empezó a germinar y contrastar con la
aridez de su cabeza, a un ritmo imparable se desarrollaba la nueva
idea y apareció la duda. Con ello, paso a una desorientación
personal de no saber donde estaba, ni hacía donde ir.
Como
un bebe, empezó a dar nuevos pasos, tan dubitativos como un niño.
Pero comenzó a andar.
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