martes, 11 de septiembre de 2018

LA SUBIDA




Cuando estaba subiendo la montaña a su cabeza le venían pensamientos confusos. Mateo sabía donde iba y para qué. Pero la ascensión, se iba convirtiendo en fatigosa, es cuando surgían las dudas. Si merecían el esfuerzo que estaba realizando. En su mochila una botella de agua, un chubasquero y la comida del día.
Mateo es un hombre impulsivo y por eso muchas veces se ha arrepentido. Su idea originaria era subir la montaña para disfrutar de la vista que estaría en la cima, luego comer y disfrutar del paisaje, pero no estaba acostumbrado a las caminatas largas y aquí lo tuvo que hacer. Paraba cada cien metros para recobrar el aliento y descansar un poco, pero enseguida emprendía la marcha.
Al hacerlo en solitario, marcaba el ritmo pero consultaba el reloj para llegar con tiempo para volver a casa. El sudor apareció en los primeros metros, lo que le llevaba a tomar el agua guardada. Reservando un poco para la comida. La ausencia de árboles impedía disfrutar de sombra.
Según ascendía un montón de pensamientos se asomaban a la pantalla cerebral, con ello aumentaba el peso de las escenas, que llevaba a nuevas paradas como si fueran resolutorias de las mismas.
Mateo se llena de ideas y decide bajar, no le merece la pena el esfuerzo físico realizado para ver unas vistas desde arriba. Da la vuelta y vuelve a llenar de un sentimiento de frustración. De fracaso. Por ello, gira para continuar la ascensión sobre el marcado camino. Unas cabras van dando cuenta de las plantas que por allí aparecen. Tras el nuevo impulso llega a la meta. Se tumba y saca las viandas para intentar reponer fuerzas. Un nuevo sentimiento apareció y un descanso de cabeza también. Lo había conseguido, fue capaz de vencer sus prejuicios, solo eso.

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