lunes, 24 de septiembre de 2018

LA SALIDA DE FIN DE SEMANA




Junto a la charca una nube de mosquitos y el croar de las ranas. El sol va camino de ocultarse tras las montañas. Un caballo, sumamente delgado, pace en la hierba.
Con este panorama llega Juan con su mochila y sus ganas de dejar de caminar, si se sienta su cuerpo aumentara de tamaño y si sigue le llegara la pereza del “ya está bien”. El lomo del burro parece una colonia de parásitos. El cansancio no impidió salir para rodear la colina.
Los pies dejaron de dar las zancadas del inicio del camino, el bastón daba más acogidas a los pasos y un árbol a cien metros fue motivo de nuevas fuerzas, siempre olvidadas.
Por fin la sombra le dio reposo y consulta al mapa para conocer los kilómetros que le faltaban, aunque la espalda adosada al tronco le daba el suficiente descanso que necesitaba, para llegar a su destino.
Juan emprendió este camino con la idea de alejarse de sus problemas, pero no lo consiguió pues aunó el desconocimiento del terreno y el calor ambiental.
Seguramente quedarían una media hora de camino. Luego cenar y descansar en una mullida cama. Había reservado por Internet.
Elevo su maltrecho cuerpo con una cabeza demasiado llena y unas piernas faltas de entrenamiento. Llegó exhausto, pregunto por el lugar concertado y la sorpresa llegó. Estaba cerrado pregunto a la gente que encontró pero nadie, decía donde podían estar los dueños. Contó su problema pero nadie le daba soluciones, no había otro lugar en el pueblo, a penas cincuenta casas y muchas abandonadas o caídas. Dejó la mochila y dio una vuelta para ver donde podría dormir y llenar las tripas de alimento. El dueño vivía en otro pueblo y nadie tenía su teléfono ¿como se le había ocurrido venir? Única pregunta surgida.

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