jueves, 27 de septiembre de 2018

EL ATASCO DÍARIO




Metido en el coche, padecía el atasco de todas las mañanas. A pesar del mismo lograba llegar antes que en en transporte público. Juan no dejaba de sorprenderse de estar encerrado entre coches sin poder circular normalmente.
Le daba tiempo para sintonizar la emisora de radio que le distraía o mirar a través de las ventanillas, de sus vecinos casuales, o pensar en la conversación que tuvo con unos amigos el día anterior. Mientras dejaba de entender porque el conductor de adelante era tan torpe para ponerse en marcha.
Conseguía llegar con suficiente tiempo para iniciar su jornada laboral, pero otras veces no conseguía llegar tan tranquilo, sino lleno de pensamientos destructivos. Con lo que iniciaba su trabajo muy cansado, parecía haber obviado el descanso nocturno.
Juan cuando estaba en su urna particular, que le transportaba de un lugar a otro, se sentía cómodo, descansado. Pero no era verdad, era fuente de irritación y no encontraba el equilibrio, aunque intento varias técnicas para lograrlo, pero su resultado no llegaba al final, cualquier vehículo era signo de irritación. Parecía una lucha que le diferenciaba de la ineptitud de los demás, aunque olvidara, a menudo, poner el intermitente que indicara su siguiente giro, por ejemplo.
Cada vez dormía peor, su carácter cambia con frecuencia, menos mal que en su puesto de trabajo no depende de otros, sino que tiene que presentar los informes y las conclusiones al otro departamento. Pero cada vez parecía ser un bicho raro.
El coche tuvo que ir al taller y tuvo que coger los medios públicos, el tramo era más largo pero comprobó que llegaba más relajado, tenía tiempo hasta de leer.
Miraba a la ventanilla pero sin irritación. La semana paso de ser una más a otra forma de sentir.
Juan logro sonreír ante unos niños.

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