jueves, 31 de agosto de 2017

EL BANCO DE LA REUNIÓN








Se reúnen en un banco de un parque. Con un mismo ritual, sentados sobre el respaldo y los pies sobre el asiento. Una botella de cerveza que comparten entre los cinco. A veces hay dinero para dos. Comienzan a hablar sobre cualquier tema hasta el sonido de los aparatos móviles indicándoles un mensaje. Entonces pierden la atención sobre el grupo y dirigen su vista hacía la pantalla del teléfono.
Llega un momento en que pierden la unidad y todos están sobre los mensajes, la mayoría de reenvió recibidos. Incluso ellos, mismos, lo hacen a su propio grupo con lo cual no se hablan pero están en línea todos. Los comentarios es sobre lo recibido y hasta se echan unas risas.
Se apura el contenido de la cerveza. Ya existen dos cosas que se comparten: mensajes y bebida. Hasta el espacio común, también. Pero poco más.
Alguno habla sobre conocidos comunes pero la conversación se vuelve a interrumpir por nuevo sonido bip.
El tiempo pasa deprisa y por acuerdo tácito destruyen la reunión a una hora acordada. Vuelven a casa revisando mensajes y la palabra adiós, expresada de mil formas.
La botella queda sin recoger junto al banco. Otro ya se encargara de recogerla, normalmente es un abuelito que como duerme poco, saca a pasear a su amigo el pequeño perro, solo de tamaño, no de edad. Y lleva la botella hasta la papelera cercana. Siempre refunfuñando pero lo hace como si fuera un encargo del vació parque. Nadie se lo ha encargado pero es un compromiso moral que tiene consigo mismo. Espera, una noche, descubrir quien son los autores para recriminarlos, pero la noche se hizo para estar en casa por ello olvida ese compromiso y seguirá recogiendo una o dos botellas de cristal, para meterlas dentro de la papelera.

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