sábado, 19 de agosto de 2017

EL PENSAMIENTO ETÉREO DE LA VIDA











Juan habla sobre el valor de la vida con su amigo Alberto. Sentados en el banco de un parque. Juan sugiere que la vida supone una cosa a la que nos aferramos como un bien máximo. Alberto contesta que es lo único que poseemos.
Realmente todo parece etéreo como nuestros pensamientos, igual que vienen se van, solo depende de nosotros el tiempo de vida. Cuando yo tenía catorce años y comencé a escalar vi claramente la diferencia entre la vida y la muerte. Es cuando comprendí que los apegos son solo ideas.
Alberto, comenta, al morir alguien cercano a tu círculo es cuando se intensifica el miedo a lo desconocido, cuando aparece esos pensamientos interiores que condicionan tu, entre comillas, estabilidad.
Cuando se ve la televisión o el cine, donde actores simulan morir, se ven como números, como escenas, donde se desprecian precisamente ese bien preciado. Alberto cruza las manos, mientras respira profundamente observando un árbol que comienza a mostrar una enfermedad que va desposeyendo de hojas a unas ramas. Alguien dijo: “hoy somos, mañana no”.
En este espacio de tiempo buscamos cosas para sentirnos mal, es fácil encontrarlas, no hay que hacer grandes averiguaciones para hallarlas. Es entonces cuando desvalorizamos nuestra vida. Y está, se convierte en una cosa extraña donde el cultivo de los miedos aflora, con normalidad y distorsiona nuestra forma de ser y concebir las cosas.
La enfermedad como antesala de la muerte, nos esforzamos en combatirla para vencer al enemigo. Gastamos recursos económicos y personales.
Alberto detiene sus comentarios y mira a su interlocutor, Alberto mueve los ojos rápidamente, de un lado a otro, como intentando buscar en sus pensamientos una respuesta, baja su cabeza y deja que el silencio sea la respuesta a lo manifestado por Juan.
Por fín, dice: creo que llevas razón.

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