Les llamaban las gotas de los
cambios. Curioso que unas gotas que han estado en contacto con unas
determinadas flores, tras la exposición a la energía del sol se impregnen de
unas características que pueden modificar nuestra manera de pensar y de sentir.
Se pasa a un mundo casi mágico, para el que no es necesario la creencia ni el
efecto placebo, pues también funcionan en animales y plantas.
Por supuesto que siempre
funcionan en el aspecto positivo, no son manipuladoras, solo ofrecen el aspecto
que pensamos que no tenemos.
La controversia ha estado servida
desde que su inventor hace ochenta años, dio con ellas, probó en el mismo los
diferentes estados y llego a la conclusión de treinta y nueve estados
diferentes, son suficientes para cubrir las necesidades humanas, al poco, de su
descubrimiento, falleció y cedió un método al alcance de cualquiera. Su nombre
era Edward Bach.
Aporto un sistema simple para
todo el mundo y esto genera controversias de todo tipo, pues su creación no es científica,
solo se basa en energía, de momento no medible y por tanto ser dejado como palabrería
de iluminados. En un mundo de control, donde lo que se escapa produce miedo por
consecuencias inimaginables. Contrastando con el que nunca hacen daño, si nos
equivocamos no pasara nada, pues no existe principio activo que pueda
desencadenar efectos negativos sobre nuestro organismo.
Miles de personas comenzaron a
utilizarlas en el mundo y con buenos resultados. Basadas en la simplicidad. Son
suficientes para que otros, basados en sus principios y construyan su propio
sistema para que su ego engorde y aparezcan reconocidos en diferentes foros.
Edward ya indicaba “Mi método es
tan simple que otros lo complicaran”. Como un agorero preveía lo sucedido, pero
abrió un camino desconocido, con buenos resultados, ayudando a crecer.
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